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23 junio 2019

Nevera: pocos saben sobre su uso correcto.

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Nevera: pocos saben sobre su uso correcto.

Una de las costumbre erróneas de nuestro tiempo es la de meter todos los alimentos en la nevera: nos da igual que sea necesario o no. Lo cierto es que hay actos de neverismo que  son incorrectos desde los puntos de vista gastronómico y salutista. El ejemplo más claro es el del tomate. El frío daña las membranas interiores del fruto y convierte su pulpa en una pasta insípida y pastosa: mejor tenerlos a temperatura ambiente Aunque no sufren tanto como el tomate, en general los frutos veraniegos (melocotones, melones, nectarinas, berenjenas, calabacines, pimientos) no llevan demasiado bien lo de vivir un súbito invierno en el refrigerador, y palman en sabor y textura a menos de 10 grados. Siempre que sean piezas enteras y en buen estado es preciso tenerlos fuera de la nevera. Lo mejor es comprar en cantidades no muy grandes para que no se pierdan, tratando de huir de la cultura de la megacompra mensual en el hipermercado. ¿Dónde nació ese modelo? En Estados Unidos. ¿Y cómo son allí las neveras? Tan grandes como los gastos en fármacos en USA. Otras frutas a la que no les gusta nada el frío son las de origen tropical. El aguacate, por ejemplo: la mejor forma para acabar comiéndote un pedrusco de color verde es metiéndolo en la nevera cuando aún está duro. Mejor dejarlo en un lugar oscuro y fresco. Ídem con la piña o el plátano. Las bajas temperaturas anulan las enzimas que les permiten madurar. Entonces otras enzimas comienzan a actuar con más fuerza: unas causan daños celulares mientras que, en el caso del platano, ennegrecen la piel.

Hay hortalizas que se pueden y se deben almacenar fuera de la nevera, como las patatas, las cebollas o los ajos. En la nevera, los almidones de la patata se convierten en azúcar por el frío, por lo que su sabor cambia. Lo justo es tenerlas a temperatura de ambiente eligiendo el lugar mas fresco y siempre a oscuras. Otro error muy frecuente es el de meter el pan o la bollería en la nevera. Al contrario de lo que parece, envejecen más rápido allí que en una panera sobre la encimera de la cocina. Si se quieren conservar más de un par de días, lo mejor es congelar en rebanadas o trozos pequeños e ir descongelando en el tostador o a temperatura ambiente. Los quesos secos tampoco hay por qué meterlos en la nevera si se consumen con cierta rapidez y se dispone de un lugar fresco en casa donde se puedan guardar envueltos en papel.  El chocolate es otra víctima habitual del neverismo, salvo que contenga un relleno lácteo o haga mucho calor, no hay ninguna necesidad de meterlo en el frigorífico. Meter cereales, legumbres, frutos secos, conservas (salvo las semiconservas de anchoas, que sí requieren frío), pasta, harina o azúcar en la nevera es un disparate. 

Lo que pasa en la nevera:

1. Perdida de fotones

2. Reducción de enzimas y vitaminas

3. Perdida de sabor y textura

4. Perdida del alimento mismo que se deteriora estando allí.

Otra costumbre aún más erronea es recalentar la comida, algo que acarrea serios riesgos. El primero está en los microorganismos que llegan a los alimentos cuando estos son expuestos al ambiente por un largo período. Usualmente se dejan enfriar los alimentos antes de guardarlos en la nevera o congelador. Pero muchas veces pueden contaminarse con algunas bacterias patógenas, que cuando se recalientan comienzan a reproducirse y pueden causar problemas como infección o intoxicaciones. El segundo riesgo está en el desarrollo de sustancias químicas que podrían causar cáncer. Esto se da principalmente en alimentos ricos en grasa. Un alimento recalentado presenta compuestos sospechosos (como las nitrosaminas) de estar detrás de enfermedades neurodegenerativas y algunos tipos de cáncer.  Entonces no es buena costumbres cocinar alimentos para una semana y guardarla en el congelador, o cocinar comida en exceso de manera que hay sobras que da pena tirar y se ponen el la nevera. Y hay alimentos que en absoluto no hay que recalentar: apio, arroz, carne roja, champiñones, espinacas, huevos, papas, pescado, pollo, remolacha.

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